Cuando compró aquella casa todos le dijimos que no sabía dónde se metía. Siempre fue un romántico. Primero fue una gotera en el tejado, después le echaron del trabajo y, esa misma semana, le dejó su novia. Tres meses después no dormía, tenía ojeras hasta media cara, se habían estropeado la lavadora, el televisor y el microondas y había perdido 10 kilos. Oía susurros continuamente a su espalda.
Cuando la vendió, el 1 cayó al suelo y el 3 quedó colgando.
Los nuevos vecinos se ven rellenitos, sonrosados y felices. En el pueblo hacemos apuestas. Creen que viven en el 1°E.
No hay comentarios:
Publicar un comentario